Siguiendo
con la saga de La Bella Durmiente, he terminado con la secuela “La
Liberación de la Bella Durmiente” y como ya había adelantado en
la entrada anterior, este libro comienza cuando los esclavos son
robados de “el Pueblo” y son transportados en barco a una nueva
y muy lejana tierra de oriente donde, tras un largo y nada cómodo
viaje (pues son llevados en pequeñas jaulas) son llevados a un nuevo
mundo donde la palabra esclavo cobra un nuevo significado, no
solamente están destinados a servir a sus dueños sino que además
son símbolo de poder para sus nuevos amos por lo que son tratados
como trofeos de exhibición e incluso algunos de ellos son puestos
sobre nichos incapaces de moverse, sólo para adornar los pasillos y
jardines del palacio del sultán, quien podría ser su nuevo amo, si
es que demuestran ser dignos de tal honor.