Hoy
quiero compartir con ustedes una obra con la que participé en el 1er
Certamen de Relatos Organizado por el blog Romance de Anna
Soler, hace ya muchísomo tiempo. Esta entrada en específico se publicó en mi primer blog literario Bazar De Letras el 12 de Mayo de 2012.
Para
aquellos que ya tuvieron la oportunidad de leerlo, espero vuelvan a
disfrutarlo y para los que no, les invito a darle una oportunidad.
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Estaba
nervioso. Esperaba impaciente en el cuarto de un hotel cualquiera. Era
la primera vez que la veía después de aquella única noche que pasaron
juntos. De eso hacía ya 15 años. Pero aún podía recordar cada suceso con
la claridad de aquellos días. Podía aspirar el perfume de su cabello y
la imagen que se formaba frente a él al cerrar sus ojos verdes era tan
nítida que casi podía tocarla, casi podía sentir la suavidad que
irradiaba su piel, la piel de una niña convirtiéndose en mujer. Pero
ella ya no era una niña y él tampoco era aquel joven inexperto e
inmaduro.
Le
había sorprendido mucho recibir esa carta, después de tanto tiempo sin
verse y sin saber nada del otro, realmente jamás sostuvieron una
relación amorosa y podría decirse que cuando vivían en el mismo
vecindario apenas cruzaron unas cuantas palabras. Pero la entendía
perfectamente, sabía que lo que sentían el uno por el otro era real, a
pesar de la distancia, él seguía pensando en ella cada mañana al
despertar, deseando que la mujer que yacía aún dormida al lado suyo,
fuera aquella mujer de la que se había enamorado profundamente. Aquella
mujer que sólo había tenido una sola noche y que jamás había podido
olvidar. Por eso se decidió a marcar de inmediato el número de la
tarjeta que le llegó con la carta. No podía esperar un minuto más para
volver a tenerla cerca.
El
sonido de alguien llamando a la puerta lo sacó de sus pensamientos, con
paso lento pero decidido se acercó, lo que se encontró al abrir era
totalmente distinto a lo que recordaba, el color de su cabello, la forma
de su cara y hasta la silueta de su figura era más delgada, sin
embargo, era la misma mujer que una vez amó y su imagen se le antojó más
exquisita. Ella sonrió y sin preguntar invadió la habitación.
Se
quedó frente a la ventana mirando las luces que ofrecía la cuidad, él
se acercó suavemente a ella, hasta rodear su cuerpo frágil entre sus
brazos y la apretó contra su pecho, aspiró el perfume de su cabello y
dejó que la suave fragancia inundara su nariz. Ella se volvió para mirar
su rostro pero un profundo beso asaltó sus labios, un beso desesperado
pero lleno de pasión acompañado de unas toscas manos acariciando la
dulzura de sus pechos, un beso que despertó el deseo en su cuerpo y
llenó de calor la suavidad de su entrepierna.
Instintivamente,
sus manos vagaron por el cuerpo ajeno, lentamente como memorizando su
contorno, sus manos recorrieron cada fragmento de aquel ser hasta
encontrar aquella parte que tanto estaba deseando sentir dentro de sí,
sobre la tela del pantalón apretó suavemente su falo y lo descubrió
firme y viril a su tacto.
Sintió aquellas manos toscas desnudar su cuerpo y sintió que la ropa
comenzaba a estorbar, ambos se despojaron de su indumentaria con prisa y
abrazaron sus cuerpos con la desesperación de tantos años lejos.
Exploró
su cuerpo recorriendo con las manos el contorno de su cintura y su
lengua descendió desde sus labios a su cuello, dibujó la redondez de sus
pechos y delineó la firmeza de los botones que eran sus pezones. La
contempló desnuda. Miró la perfección de sus pechos, miró su ombligo
cálido y finalmente posó la vista en el monte de Venus que era su vello.
Su instinto le impulsó a llevar su mano allí. Lo invadió y de inmediato
sus dedos se llenaron de humedad. Estaba lista.
Se
encontraba en el punto exacto donde se mezclan la pasión y la ternura.
La condujo lentamente hasta la cama y se posó sobre ella, como si
temiera romperla, suavemente separó sus muslos y besó su cuello terso.
Ella sintió una profunda estocada estremecer su ser y entre cada
vaivén se sentía llegar al cielo. Para él eso era el cielo.
Las respiraciones agitadas pronto se convirtieron en suspiros de placer y los cuerpos se perlaron de sudor.
No hubo palabras esa noche porque no hicieron falta, en
medio de la penumbra que inundaba la habitación ella se fue sabiendo que
anhelaría que aquellos brazos toscos y velludos la rodearan cada noche.
Se marchó con la ilusión de algún lejano día volver a verlo.
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¿Que les pareció? Espero les haya gustado.