¡¡Hola a todos los adictos!!
El proyecto de este mes para adictos a la escritura, era escribir una historia de temática gore. Dudo mucho que mi historia pueda ubicarse dentro de esta temática por ello me abstengo de poner una advertencia o algo parecido, pero hice mi mejor esfuerzo y me gustó mucho el resultado que logré, espero que a ustedes también les agrede, sin más los dejo con la historia.
.... La Última Batalla....
Toda mi vida me había preparado para esto. Toda mi vida me había
preparado para este encuentro. Para enfrentar al hombre frente a mí. El hombre
que había arruinado mi vida. El hombre que había matado a mi padre, el mismo
que había violado a mi madre.
Había entrenado desde entonces para asesinarlo. Y ahora de pie frente a
él, me estaba muriendo de miedo. Las historias que contaban sobre él no eran
exageraciones. Era un hombre grande y poderoso, sin duda el asesino más
sanguinario de todo Japón. Algunos decían que había sido el mejor samurái que
existiera alguna vez. Había sido obligado a dejar la espada tras el Shogunato
Tokugawa, pero en vez de eso se convirtió en ronin y posteriormente en el asesino que era hoy. Y no había duda de lo que era pues
de pie frente a mí, blandía la espada sin dilaciones ni titubeos.
Era media noche pero la luna brillaba intensa sobre nuestras cabezas, iluminando
los pasos que acortaban la distancia entre él y yo. Apenas podía sostenerme,
tuve que sujetarme de mi propia espada cuya punta se aferraba a la tierra para mantenerme
en pie, respiraba agitadamente y mis jadeos agonizantes rompían el silencio que
llenaba la atmósfera. De mi brazo izquierdo, ahora inmóvil, se deslizaba
serpenteante un hilo de sangre, que dibujaba el camino hasta mi mano donde
podía escuchar como goteaba para formar parte del charco que ya comenzaba a
formarse.
A varios metros de mí, él me miraba fijamente, mi vista estaba nublada y
mi cabeza no podía pensar claramente, pero podía distinguir perfectamente su
figura: su rostro inmutable como si careciera de sentimiento alguno, su frente
apenas perlada de sudor atraía los cabellos sueltos que se pegaban a su cara
inescrutable. Sostenida por su mano derecha, el filo de su espada brillaba
reflejando la luz de la luna llena sobre mi cara, apuntándome con su filo
mortal, como insinuando mi destino.
Con un esfuerzo sobrehumano me incorporé, mis piernas no tenían fuerzas
pero me mantenían firme. Concentré todos mis pensamientos en mover los músculos
que aún me respondieran con el único objetivo de atacarle, de acabar con su ser
y cobrar al fin mi venganza.
Me acerqué con paso decidido y rápidamente él avanzó hacía mi con la
intención de vencerme. Nuestras espadas se encontraron con el típico sonido del
metal al golpearse. En un movimiento que apenas percibí se deshizo de mi ataque
y al segundo siguiente sólo fui consciente de su espada sobre mi ojo derecho,
un dolor lacerante invadió mi ser, solté la espada y con ambas manos cubrí mi
rostro lanzando un grito sordo de mi pecho, la sangre brotaba de mi cuenca ya
vacía salpicando los jirones de mi ropa, enrojeciendo todo a su paso.
Lleno de ira me levanté y lancé hacia él mi torpe ataque, a pesar de la fuerza con la
dirigí mi embestida, su figura no se inmutó. Envainó la espada y me golpeó el
costado derecho con el mango. Mi propio impulso convirtió su débil ataque en un
golpe seco que me sacó de equilibrio. Me encogí por el dolor pero el guerrero,
sin perder el tiempo, desenvainó la espada y dibujó una línea recta desde mi
vientre bajo hasta mi hombro izquierdo. Me atravesó con fuerza y de un solo movimiento
me partió el cuerpo.
El calor de su espada llenó cada parte de mi ser, podía ver mi propia
sangre brotar de mi cuerpo inmóvil cubriéndolo todo con un baño escarlata. Caí
al suelo en un golpe brusco y el dolor
aumentó a tal punto que de mi garganta ya sólo salían extraños sonidos guturales
que no podía reconocer como mi voz. El hombre me miró de cerca y a contra luz pude
apreciar mi sangre abrazándose a su espada.
Con un ágil movimiento la agitó en el aire y el líquido se deprendió del acero regando la tierra. La envainó de nuevo ya sin rastros de violencia, ni
siquiera en su rostro había señales de pelea. Dio media vuelta y pude ver su
espalada alejarse.
Tendido de bruces en el suelo, podía ver partir a aquel hombre indescifrable
para luego desaparecer en la oscuridad de la noche mientras exhalaba el último
suspiro de mi aliento.
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